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French » Spanish - 5 finalists


"L'éveil" by joaquim. http://www.cafe-eveil.org 285 words
Lorsqu'on sent l'éveil tout proche, mais qu'on n'est pas “dedans”, on a envie d'y “entrer”. Et c'est justement cette envie qui nous maintient “au-dehors”, car elle souligne notre frontière avec ce Tout dans lequel on aimerait s’immerger. En fait, il faut ne pas vouloir y entrer. Il ne suffit pas de ne pas vouloir y entrer: il faut ne pas vouloir y entrer. La passivité ne mène à rien. Il faut être actif, mais une activité entièrement occupée par l’attente — plus encore, entièrement satisfaite par l’attente. Bien souvent, on sent monter en soi une vague dont on pense qu’elle pourrait nous propulser au-delà de soi. Et on se met en tâche de la renforcer. C’est là qu’on gâche tout. Comme si elle avait besoin de notre aide. Quelle arrogance. Et pourtant, elle a besoin de nous. De notre présence. Elle a besoin qu’on soit là, qu’on se tienne face à elle, qu’on croie suffisamment en soi et qu’on s’aime assez pour rester ainsi tout nu face à elle, sans rien lui apporter, que notre seule présence. Tout est là. On est encore face à “rien”, et à ce moment-là, ce qui est, au sens fort, c'est notre attente. Non pas son but, mais l’attente elle-même. Tout le reste, ce sont des projections du désir. De l’évanescent. Mais l’attente, elle, est réelle. Si on parvient à la laisser seule être, à prendre appui sur elle, et non pas sur l'objet qui la soulagerait, on prend appui sur la seule parcelle d'être qu’on a à sa disposition. Aussitôt qu’on le fait, qu'on pose le pied sur la réalité de cette attente, c’est comme si le fond de la conscience cédait, et nous faisait basculer dans l'Être.

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Entry #1 - Points: 34 - WINNER!
Pablo Díaz-Aller (X)
Pablo Díaz-Aller (X)
Germany
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Cuando se siente próximo el despertar pero todavía no se está «dentro», apetece «entrar». Precisamente es este anhelo el que nos mantiene «fuera», porque marca el límite que nos separa de ese Todo en el que nos gustaría zambullirnos. De hecho, no hay que querer entrar. No basta con no querer entrar, pero es imprescindible. La pasividad no conduce a nada. Es preciso ser activo, pero con una actividad completamente ocupada por la espera, más aún, completamente satisfecha por la espera. Muy a menudo, se siente crecer en nuestro interior una ola de la que se piensa que podría propulsarnos más allá de nosotros mismos. Y nos entregamos a la tarea de fortalecerla. Ahí es donde todo se echa a perder. Como si necesitase nuestra ayuda. ¡Qué arrogancia! Y sin embargo, nos necesita. Necesita nuestra presencia. Necesita que se esté allí, que nos enfrentemos a ella, que se crea lo suficiente en uno mismo y que nos gustemos lo suficiente como para permanecer desnudos ante ella, sin otra cosa que ofrecer que nuestra simple presencia. Todo está allí. Aún se está frente a la «nada» y, precisamente en ese momento, lo único que existe plenamente es nuestra espera. Ni siquiera su meta, sino la espera misma. El resto no son más que proyecciones del deseo, de lo efímero. Pero la espera, por sí misma, es real. Si se consigue dejarla existir, apoyarse en ella y no en el objeto que quizá pudiera relevarla, se toma apoyo en la única parcela de ser que tenemos a nuestro alcance. Tan pronto como se hace, tan pronto como se comprende la realidad de esta espera, es como si el fondo de la conciencia cediese y nos hiciese caer en el Ser.



Entry #2 - Points: 23
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Cuando sentimos que se aproxima el despertar, pero no estamos "dentro" de él, tenemos ganas de "entrar" en él. Y estas ganas son precisamente las que nos mantienen “fuera”, porque acentúan nuestra frontera con ese Todo en el que desearíamos sumergirnos. De hecho, es necesario no desear entrar allí. No basta con no querer entrar: hay que desear no entrar allí. La pasividad no lleva a nada. Hay que estar activo, pero con una actividad totalmente ocupada por la espera, lo que es más, completamente satisfecha por la espera. A menudo, uno siente cómo le invade una ola que podría propulsarle más allá de sí mismo. Y se propone reforzarla. Ahí es cuando lo echamos todo a perder. Como si ella necesitara nuestra ayuda. Qué arrogancia. Y, sin embargo, nos necesita. Necesita nuestra presencia. Que estemos ahí, que nos pongamos frente a ella, que creamos lo suficiente en nosotros mismos y que nos amemos lo bastante como para quedarnos desnudos ante ella, sin aportarle nada, sólo nuestra presencia. Todo está ahí. Seguimos sin tener "nada" delante y, en ese momento, lo que es, en el pleno sentido de la palabra, es nuestra espera. No su objetivo, sino la propia espera. Todo lo demás son proyecciones del deseo. De lo evanescente. Pero la espera es real. Si conseguimos dejarla sólo ser, apoyarnos en ella y no en el objeto que la aliviaría, nos apoyamos en la única parcela de ser que tenemos a su disposición. En cuanto lo hacemos, en cuanto ponemos el pie sobre la realidad de esta espera, es como si el fondo de la conciencia cediera y nos hiciese tambalearnos en el Ser.



Entry #3 - Points: 21
anonymousView all tags
Cuando sentimos que el despertar está muy cerca, pero no estamos "dentro", queremos "entrar" en él. Y es precisamente este deseo lo que nos mantiene "afuera", pues él traza la frontera entre nosotros y ese Todo en el que quisiéramos sumergirnos. En realidad, es necesario no querer entrar. No basta con no querer entrar: es necesario no querer entrar. La pasividad no conduce a nada. Hay que estar activo, pero con una actividad totalmente ocupada por la espera – más aún, totalmente colmada por la espera. Muy a menudo sentimos crecer en nosotros una ola de la cual pensamos que podría propulsarnos más allá de nosotros. Y nos atareamos en reforzarla. Ahí es cuando lo echamos todo a perder. Como si ella necesitara nuestra ayuda. Qué arrogancia. Y sin embargo nos necesita. Necesita nuestra presencia. Que estemos allí, frente a ella, que creamos lo suficiente en nosotros y que nos queramos lo bastante como para quedarnos completamente desnudos ante ella, sin aportarle nada, sólo nuestra presencia. De eso se trata. Aún estamos frente a la "nada" y en ese momento lo que es, en sentido estricto, es nuestra espera. No su objetivo, sino la espera misma. Todo lo demás, son proyecciones del deseo. Lo evanescente. Pero ella, la espera, es real. Si conseguimos dejarla ser sola, apoyarnos en ella y no en el objeto que la aplacaría, nos apoyamos en la única parcela de ser que tenemos a disposición. En cuanto lo hacemos, apenas ponemos un pie en la realidad de la espera, es como si el fondo de la conciencia cediera y nos hiciera caer en el Ser.




Entry #4 - Points: 12
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Cuando sentimos el despertar muy próximo, pero sin estar "dentro", tenemos ganas de "entrar" en él. Y es justamente esta necesidad que nos mantiene "fuera", porque subraya nuestra frontera con ese Todo en el cual nos gustaría sumergirnos. De hecho, es preciso no querer entrar. No basta con no desear entrar: debemos no querer entrar. La pasividad no conduce a nada. Hay que ser activo, pero una actividad totalmente ocupada por la espera - más aún, totalmente satisfecha por la espera. Muy a menudo, sentimos que nos inunda una ola que pensamos que podría propulsarnos más allá de suelo. Y nos dedicamos a la tarea de reforzarla. Es allí dónde se estropea todo. Como si necesitara nuestra ayuda. Qué arrogancia. Y sin embargo, nos necesita. De nuestra presencia. Necesita que estemos allí, que permanezcamos frente a ella, que creamos lo suficiente en nosotros mismos y que nos amemos tanto como para permanecer así, completamente desnudos frente a ella, sin aportarle nada más que nuestra presencia. Todo está allí. Todavía estamos frente a “nada”, y en ese momento, lo que es, en sentido absoluto, es nuestra espera. No su fin, sino la espera misma. Todo el resto son proyecciones del deseo. De lo evanescente. Pero la espera, ella, es real. Si logramos dejarla ser, si nos apoyamos sobre ella y no sobre el objeto que la aligeraría, nos apoyamos sobre la única partícula de ser que tenemos a nuestra disposición. Tan pronto como lo hacemos y nos afirmamos sobre la realidad de esta espera, es como si el fondo de la conciencia cediera y nos hiciese derramar en el Ser.



Entry #5 - Points: 9
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Cuando sentimos muy cercano el despertar pero aún no estamos “dentro”, desearíamos “entrar”. Este deseo es precisamente lo que nos mantiene “fuera”, porque subraya la frontera que nos separa de ese Todo en el que quisiéramos sumergirnos. En realidad hay que no querer entrar, aunque no basta con no querer entrar: hay que ponerse a no querer entrar. La pasividad no conduce a nada. Hay que estar activos, pero con una actividad enteramente ocupada por la espera; mas aún, enteramente satisfecha por la espera. A menudo sentimos crecer en nuestro interior una oleada que nos parece capaz de propulsarnos más allá de nosotros mismos. Entonces hacemos lo posible por potenciarla y lo estropeamos todo. Como si necesitara nuestra ayuda ¡Qué arrogancia! Y sin embargo nos necesita. Necesita nuestra presencia. Necesita que estemos ahí, frente a ella, que creamos lo bastante en nosotros mismos y nos amemos lo suficiente como para permanecer así, desnudos frente a ella, sin aportarle nada más que nuestra sola presencia. Todo está ahí. Estamos todavía frente a “nada”, y en ese momento lo único que es, en el sentido profundo de la palabra, es nuestra espera. No su objetivo, sino la espera misma. Todo lo demás no son sino proyecciones del deseo de naturaleza evanescente. La espera, en cambio, sí es real. Si logramos dejar que ella sea lo único que hay, y tomamos apoyo en ella y no en el objeto anhelado, habremos tomado apoyo en la única parcela de ser que tenemos a nuestra disposición. En el momento mismo en que lo hacemos, en cuanto posamos el pie sobre la realidad de esa espera, es como si el fondo de la consciencia cediera y nos volcara en el Ser.




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